Me he encontrado con amigos que me dijeron que desde que dejaron de practicar, se encuentran más a gusto. Al paso de los años, hemos vuelto a vernos y me he encontrado con dos tipos de respuestas: unos: «sí, sigo igual de tranquilo y de bien desde que dejé de practicar»; otros (los más): «no. Yo cuando le decía que desde que no practicaba era más feliz, le estaba mintiendo». ¿Qué tal estás tú?
Sacerdote Evaristo De Vicente.